Me llamo Bárbara Mijailovna, tengo veintisiete años y he de decir que mi vida ha sido siempre a ojos de los demás muy fácil. Nací en el hospital Klinicheskaya Bol’nitsa Oblastnaya, el mejor de Moscú, mi padre no quiso que a su primogénita le faltara de nada, era un hombre admirable, todo lo que teníamos lo consiguió a base de mucho trabajo. Frederich Mijailovna, mi padre, era el hombre más feliz del mundo, me encantaba que me abrazara porque era grandísimo; recuerdo cuando me leía cuentos de todo tipo a la hora de dormir… solamente dejaba encendida una pequeña lámpara que había en mi habitación, a la que se acercaba para leer mejor y esa leve luz iluminaba su rostro con su bigote negro bajo su gran nariz y sus pequeñas arrugas alrededor de los ojos, a veces cubiertas con su largo pelo blanco. Mi madre siempre fue más distante, creo que la pobre Janca estaba enferma, alguna locura de algún tipo que mi padre se esforzaba por esconderme, aunque yo veía al médico venir a casa cada dos semanas. Lo único que recuerdo de ella es que era muy delgada, con el pelo negro y muy elegante, siempre llevaba caros vestidos de la última moda que mi padre le compraba; recuerdo también que le encantaban las flores, como a mi, se podía pasar todo el día en el jardín; cada día mi padre le llevaba una planta nueva y una rosa blanca (su favorita). Recuerdo un día que oí a mi madre hablando con sus flores, lo cierto es que yo era muy pequeña, pero aun así no la quise interrumpir, era impresionante lo cercana que era, lo feliz y liberada que se sentía en ese momento, yo solo me preguntaba por qué a mi no me quería igual. Ahora me doy cuenta de lo mucho que debió sufrir mi padre.
A mis dos años descubrí que mi madre empezaba a “hincharse como una pelota”, así se lo dije a mi padre antes de que me explicara que un bebé estaba a punto de llegar, me encantó la idea. A medida que pasaron los meses mi padre se ocupaba más de mi madre que de mi, a mi me dejaban en casa de nuestros vecinos los Michteilov donde jugaba con Broskav el hijo pequeño de la familia.
Mi hermano llegó antes de lo previsto, con muchas complicaciones, mi madre acabó agotada y malherida tras su nacimiento. Vlas era el bebé más guapo y rosado del mundo. Pasamos la noche en el hospital, mi padre no dijo nada, creo que ni siquiera miró a su hijo; por la mañana mi madre ya había fallecido, pero le rodeaba un halo de tranquilidad y felicidad a pesar de la habitación blanca y fría del hospital. Mi padre le hizo un entierro precioso.
Mi querido Fred dejó de ser el mismo, no solo transformó su carácter sino también su físico, su rostro, parecía mucho más viejo, ya no sonreía. A medida que fue pasando el tiempo la niñera cada vez estaba más en casa y mi padre menos, el jardín empezó a estropearse porque mi padre quiso que quedara tal cual Janca lo dejó.
Fuimos creciendo, dejé de ser una niña libre y alegre a ser un ama de casa educada, que justificaba los comportamientos destructivos de su hermano y las borracheras de su padre a los vecinos. Cada vez mi casa era más y más oscura, me sentía encerrada, lo cierto es que mi hermano me ayudaba en todo lo que podía, pero no le gustaba mantener las formas delante de los demás, no creía necesario un cambio de actitud cuando llegaba gente, por ello normalmente se enfadaba y se comportaba peor de lo normal. Yo lloraba todas las noches deseando salir, odiando la posición recta y fría que me sentía obligada a aparentar para parecer fuerte y poder así proteger a mi padre y a mi hermano de las críticas punzantes y dolorosas del vecindario.
En el colegio no hice muchos amigos, estaba siempre preocupada por lo que me esperaba después de clase en vez de pensar en pasarlo bien. Conocí a un chico muy divertido, pero acabé siendo mucho más amiga de su hermana mayor, Olga, lo malo es que ellos vivían en un pueblo así que no podía ir muchas veces a su casa.
Mi vida estudiantil de verdad empezó en la escuela superior Eskulap de Moscú, la vida en casa era cada vez más difícil por eso el ir a clase me liberaba, al principio no me gustaba dejar a Vlas solo, pero tenía que hacerlo. Disfruté de mi vida como estudiante de una forma distinta al resto de jóvenes, me interesé más por la política, las artes y la literatura que por las amistades, aunque allí coincidía con Olga y conocí a Basov, le admiraba, era un chico con menos dinero que yo que disfrutaba de la vida de una forma asombrosa, no tenía miedo; ambos estudiaban, según decían Basov, para arreglar el mundo, para alcanzar un buen trabajo y un buen sueldo para darles a los suyos lo mejor y después ayudar a los demás, Olga simplemente afirmaba con la cabeza y luego quedaba conmigo para hablar de cotilleos y de poco más, eran conversaciones insustanciales pero me proporcionaban tranquilidad puesto que veía que podía dejar a un lado por unos instantes mi vida real.
Al llegar a casa siempre era lo mismo, Vlas no estaba, yo duchaba y acostaba a mi padre, tiraba si había suerte únicamente dos botellas de vodka al contenedor y me sentaba a hacer mis ejercicios hasta que algún vecino traía a mi hermano adolescente a casa por mirar, tocar y o besar a sus hijas sin el consentimiento de ellas, eso decían los padres claro, y también como todas las noches dedicaba una hora a sermonear a mi hermano sabiendo que no haría ningún caso y sabiendo yo misma que lo que hacía no estaba mal.
Una noche fue distinta, era el cumpleaños de Vlas y quedamos para volver juntos a casa y celebrarlo con Fred. El día había sido bueno, hoy no estaba triste, Basov se me declaró, después de clase le vi viniendo hacia mi con su mejor traje y una rosa roja (mi favorita) solamente me dijo “te amo” y me besó, me sentí invadida, normalmente nadie me tocaba, así que le golpeé en la cara y después de unos segundos le dije “yo también” y me fui corriendo porque había quedado con Vlas y porque sentía mucha vergüenza. Al llegar a casa mi padre nos abrió la puerta vestido elegantemente y con una sonrisa de oreja a oreja, no me lo podía creer, le dio dos besos a su hijo y le felicitó el cumpleaños, ambos nos quedamos quietos unos segundos, cuando entramos había preparado la cena, todo estaba riquísimo, yo casi no podía aguantar las lágrimas, decidí cambiarme de vestido y ponerme uno amarillo que no usaba nunca, cuando bajé, los hombres de la casa estaban bebiendo y riéndose juntos. Cuando acabó la fiesta, después de recogerlo todo me fui a dormir, a mis veinte años tuve el día perfecto, eso era lo que pensé hasta que salí corriendo de mi cuarto al oír un disparo en la habitación de mi padre; no pudo soportar más el sufrimiento de no tener a su lado a mi madre, además nosotros ya éramos mayores, así lo dejó escrito en una nota.
Enterramos a mi padre, Vlas sentía rencor hacia Fred por su felicidad de aquella noche, se sentía engañado, yo únicamente me esforcé por aparentar que era una mujer fuerte.
Con veintiún años me case con Basov, nos amábamos. Nos trasladamos junto a mi hermano a una villa soleada cerca de un lago, llamada Zelnedemken; Olga no pudo soportar no tenerme cerca y se trasladó junto con su marido Dudakov a la Villa. Estuvimos bien un tiempo, incluso Basov y yo deseábamos tener niños, pensábamos en una niña Nina y dos niños Frederich y Yakov; tras muchos intentos decidimos ir a ver a María Lvovna, nuestra médico, que advirtió que mi marido tenía un problema o eso deduje puesto que él no me lo quiso contar. A partir de entonces dejó de acercarse a mi, de tocarme y de besarme, creo que pensó que le odiaba por no poder darme hijos, se distanció de mi y empezó a observar a jovencitas para sentirse más hombre, ¿pero quién puede ser más hombre que el que ama a su mujer?, no se lo que hará con ellas pero a mi ya ni me mira. Empezaron las discusiones tras las cuales él se iba con Dudakov, Zamyslov (su ayudante) y Suslov, un hombre malhablado que hace tiempo que dejó a un lado sus principios y yo por el contrario me refugiaba en un nuevo amigo, Pablo Sergeievich, que hacía poco que llegó a la Villa; yo a él no le contaba nada claro, no podía plantearle mis problemas familiares, no hubiera sido elegante, pero él a mi me lo contaba todo y yo le ayudaba a superar esa serie de problemas que tenía.
Basov cada vez estaba menos en casa y nuestra casa me parecía cada vez más grande, me aburría, así que comencé a arreglar el jardín, siento que rodeada de flores se respira vida, tantos colores, tantos olores, me alegran y me tranquilizan; también empecé a leer muchos libros, algo que no hacía desde bastante tiempo, los leo en el jardín al lado de mi rosal rojo (mi favorito). La mayoría de los libros que leo me los presta el señor Dvoietochie, me agrada hablar con este hombre pues se interesa por lo que me pasa a mi, mientras que los demás solamente quieren que les ayude a ellos… ¿y a mi quién me ayuda?, bueno, lo cierto es que les ayudo porque creo que así serán mejores personas ya que todos están inmersos en su dinero y en sus problemas. Hace poco Dvoietochie me regaló un libro, “El Perfume”, me dijo que estaba escrito para mi, que me encantaría, y así fue, está lleno de sentimiento, de emoción, de amor…, lo único que no logro entender es porque un hombre que conozco desde apenas cuatro años me conoce mejor que mi propio marido, que ya ni intenta entenderme. Además de estas dos aficiones que he recuperado tengo una nueva, voy al teatro, la mujer de Suslov, Julia Filipovna, es una magnífica actriz, me gusta mucho verla actuar.
A pesar de todo lo que hago me aburro, creo que a mi vida le falta belleza, me siento sola, la gente no disfruta de la vida y me la amarga a mi con sus quejas, parece que nadie quiere ser feliz, todos tratan de exhibir sus problemas…aquí se lleva a cabo una competición en la que el ganador es el más desgraciado. Incluso mi amiga Olga ha dejado de ser una persona cálida y cercana, a ser fría, a despotricar de todo el mundo y a compadecerse de si misma, yo la intento ayudar, ya le he prestado dinero muchas veces, pero bueno, eso es lo de menos; todas las tardes viene a tomar el té y a pintar mientras yo hago ramos de flores, a pesar de que tiene que controlar lo que dice sobre los demás me encantan esas horas del día en las que no estoy sola y a ella también le sirven para alejarse un poco de su vida como madre de cuatro niños, Nadia, Volka, Micha y Anne, son adorables aunque muy malos.
Cuando la gente visita mi casa se me hace agotador tener que mantener una sonrisa constante mientras hablan de lo mala que es su vida y lo buena que es la mía, esos comentarios me hacen sentir agujas por todo el cuerpo, no es culpa suya, ellos ven un matrimonio feliz, con dinero y sin hijos que les den problemas, pero lo cierto es que yo deseo irme, escapar, incluso creo que siento algo por Riumín (Pablo Sergeievich) porque hace caso a mis consejos sin dudarlo ni un momento, confía en mi y eso me hace sentir útil y lo cierto es que le entiendo, por eso se como ayudarle y me halaga el comportamiento de Schalimov (un hombre que se fija en mi desde que llegamos); la única conclusión que saco de esto es que necesito a mi marido más que nunca, necesito sentirme querida, que sea cariñoso conmigo, que me ame…como lo hacía antes.
Mi hermano con sus veinticinco años sigue siendo como en su adolescencia, yo diría que incluso peor, ahora no es que no le importe lo que la gente piense de él, sino que hace lo posible para que hablen, se podría decir que tiene un comportamiento un tanto masoquista, no se si es para llamar la atención o simplemente para sentirse mejor al diferenciarse del resto de nuestros vecinos, que sienten temor frente a la vida y a quienes les gustaría que fuera hermosa e interesante pero con la tranquilidad de su posición social.
Vlas se ha enamorado, me lo confesó el otro día, no me convence del todo la idea porque es a Maria Lvovna a quien quiere, es una buena mujer pero mayor que él y con una hija que se acerca más a su edad, la gente pensaría mal, pero lo cierto es que me alegro, deseo que sea feliz y que encuentre algo importante por lo que vivir y dejar de pensar que su vida no vale nada.
Ayer le dije a Basov que quería que estuviera en casa conmigo, que siempre era yo la que daba la cara ante los vecinos y él se enfadó, tras mucho discutir me dijo que él era libre de hacer lo que quisiera, es cierto, lo es, libre, libertad, no recordaba esa palabra. Esta noche la ha pasado fuera de casa, cuando me he despertado hoy se había dejado la verja abierta y al ir al jardín he oído un ruido y he visto como un gran perro negro destrozaba mi rosal, cuando me ha visto ha salido huyendo malherido por las pinchas de las rosas. Está completamente roto, lo único que he podido hacer ha sido ir a pasear con Riumín para tranquilizarme, creo que piensa que no quiero a mi marido, pero yo le amo con todas mis fuerzas. Cuando me he tranquilizado he vuelto a casa y ya había gente esperando para el té, mi marido se ha ido con esos hombres a los que llama sus amigos y yo me he quedado con Vlas y Caleria, sólo quiero que se vallan y quedarme tranquila, porque Olga llegará en seguida y quiero un momento para mi, para leer unas páginas de “El Perfume” y olvidar que vivo encerrada.
Esta es la biografía del personaje de Bárbara Mijailovna, de "Los Veraneantes" de Gorki, si os atreveis a leerlo todo espero que os guste jajaja
ResponderEliminarPara morirse, si tengo tiempo, algún día lo leeré! xD
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