viernes, 4 de junio de 2010

BERNARDI ROIG

Bernardí Roig nació en Palma de Mallorca en 1965 y se ha convertido en uno de los creadores jóvenes más interesantes del panorama artístico español. En su obra confluyen estructuras abstractas y reminiscencias de la figuración, concretando en el tema que estamos tratando, la exposición de título “Shadows must dance” que reúne sus últimos trabajos (expuestos en el IVAM, Institut Valencià d’Art Modern, entre el 26 de Noviembre del 2009 hasta el 31 de Enero del 2010), vemos representado en sus esculturas el cuerpo humano, reflejando en estas (según la información que hemos obtenido) el rostro de algunos de sus conocidos más cercanos. Un total de veinticinco piezas, entre las que se encuentran esculturas, dibujos, vídeos e instalaciones, componen la exposición presente en el IVAM, un conjunto en el que la nota dominante es el ser humano y su corporeidad como eje temático, siempre otorgando a sus obras una esencialidad y poéticas especiales y únicas del artista.
Hemos observado que Bernardí utiliza junto con sus esculturas la luz como objeto parte de la misma creación, pero no es una luz que ilumina, sino al contrario, es una luz que impide ver y que por lo tanto sirve para aumentar la sensación de ceguera, criticando así la falta de mirada interna de las personas. El cuerpo humano, la luz y el color blanco son los tres ejes por los que se mueve el universo artístico de este artista mallorquín. Las figuras, realizadas en resina de poliester a tamaño natural y sacadas del calco a personas reales, van con frecuencia unidas a un exceso dramático y a una estudiada teatralidad.
. Como ejemplo podemos resaltar la figura de “Antonfrost” en la que se puede apreciar el cuerpo de un hombre arrodillado, con pantalones y sin camisa mirando fijamente un tubo de neón, o en la de “Last dream” donde ocurre algo parecido, encontramos el cuerpo de un hombre, esta vez un poco más grueso, de nuevo con pantalones y sin camisa, sentado y apoyado en la pared, aparentemente dormido y con las letras N y A iluminadas, cuyo peso reposa sobre sus hombros.


La neutralidad del color se convierte en la tercera herramienta más importante a la hora de dar forma a unas obras que "se muestran como vasos comunicantes, como pasillos entrecruzados entre la realidad social de nuestra contemporaneidad y un pasado lejano".
La reflexión sobre el individuo en su colectividad y su propia identidad siempre está presente a lo largo de su trabajo. Estas obras muestran una evolución de la reflexión que Bernardí ha desarrollado sobre el exceso de luz, la ceguera, la imposibilidad de la mirada, el desacuerdo y la invisibilidad con sus metáforas. Son normalmente en bronce, aluminio o resina de poliéster, acompañados por videos, proyecciones, efectos sonoros… Son figuras normalmente aisladas y frías, siempre con los ojos cerrados, mostrando así la ausencia de identidad de las mismas. Los cuerpos, dramáticamente reales en su forma, pero al mismo tiempo espectrales, debido a la cristalización del movimiento y al color blanco puro, sufren la agresión de la luz que los ciega o del hielo que los paraliza, dejándolos inermes e inmóviles, limitando su tiempo al instante y dilatando hasta el infinito el tiempo de un agente ajeno a la figura que condiciona su movimiento. El gesto aumenta su dramatismo, pierde su veracidad a cambio de una imagen cargada de simbolismos que le otorga la máxima relevancia.
Esto nos lleva a la pregunta de por qué representa figuras tan frías, ¿es una crítica a la falta de sensibilidad y comunicación en esta época? ¿o es más bien una mirada al origen del ser humano partiendo de la neutralidad? No hemos llegado a una conclusión clara sobre estas dos cuestiones, pero para intentar responderlas nos hemos centrado en los ojos cerrados de las esculturas, que ocultan la identidad de cada uno de estos personajes, cierra sus ojos para establecer una barrera entre el espectador y la figura, esto nos puede transmitir una sensación de frialdad, pero por la posición de estas esculturas recibes distintas emociones: soledad, miedo, angustia...
Lo que nos pareció más importante de esta exposición era el gran impacto visual que recibimos nada más entrar en la sala, ya que las figuras parecían personas reales, daba la sensación de que en cualquier momento podían despertar. Cada una de ellas te metía en un mundo y tenían un gran poder de hipnosis que te llevaba a la reflexión sobre qué es lo que la escultura quiere decir. Recibíamos estas imágenes como un sueño, sin saber muy bien lo que significan pero sabiendo que nos llevan a alguna parte.
Este artista mantiene al espectador enganchado, en el IVAM su obra se encontraba en una sala blanca de dos pisos, donde sus esculturas estaban repartidas por todo el espacio rehuyendo de la colocación clásica de los museos, en este caso las esculturas estaban en la mitad de la sala, colgadas en la pared, escondidas o medio tapadas y esto propiciaba la intriga del público al ver la inaccesibilidad de las obras, hasta el punto de tener que agacharse o subir a otro piso para poder observarlas bien.
De esta manera no sólo se limitaba a observar si no que debía buscar la manera de contemplarlas mejor, así Bernardí Roig consigue que el espectador y la obra confluyan, convirtiendo a este en un observador activo.
Con “Shadows must dance” se mete de lleno a los espectadores en una introspección dinámica hacia la mente del propio autor, donde convergen las obsesiones del artista marcadas por un carácter puro y estrictamente moral al tratar temas como la muerte, el deseo sexual, el odio, la fatalidad, la incapacidad y la inutilidad del ser humano o la pasión amorosa, con todo esto Bernardí nos abre su corazón y transforma los nuestros, ya que el órgano más caliente, el más vivo, el que dirige nuestra sangre a todos los demás lugares, el que nos hace sentir y dirigir nuestras emociones y sentimientos más allá de nuestro propio raciocinio, el órgano de la vida es el protagonista de estas esculturas bajo la fachada de figuras dotadas de caracteres totalmente opuestos a la vida, como la inquietud, el frio, la inmovilidad, el estatismo absoluto y la congelación.
De este modo Berrnardí consigue dar la vuelta a su propia manera de expresión al convertir sus más intimas obsesiones, cargadas de peso moral y ético, en bloques de aluminio, resina de poliéster o bronce, todos ellos materiales fríos que no pueden aportar o emitir otra cosa que todo lo opuesto a el mismo significado que se representa, la falta de vida.
Tenemos una teoría sobre el uso concreto de las luces de neón y su colocación en las esculturas y es que éstas están expuestas de tal forma que ejercen un peso determinado sobre ciertas partes de los cuerpos, en algunas ocasiones este peso tan solo se representa de forma simbólica, no como peso real, es decir como carga. Por lo que llegamos a la conclusión de que este es el hecho que impide a las figuras transmitir el conflicto interno que sufren, por lo tanto pensamos que la luz no es únicamente la venda que les impide ver sino también la que les impide hablar.

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